…UN REGALO Antonio Llanas. “Tramas de Luz”. Hasta el 30 de enero, en la galería AM, de Roquetas de Mar.
"Lo principal de la forma es saber si surgió de la necesidad interior o no". Kandinsky.
Un regalo espiritual para las fiestas de fin de año es la exposición “Tramas de luz”, de Antonio Llanas, una muestra que debió ser más difundida por los medios para su inauguración y en consecuencia, más visitada por el público. Aunque no haya toros, bien pudiera, amigo lector, llegarse hasta la plaza de toros de Roquetas y visitar en uno de sus costados la Galería de Arte AM, bien vale la pena por la calidad excepcional de las obras que expone este artista granadino pero también almeriense.
La abstracción es, sin duda, la aportación estética más novedosa del pasado siglo, bifurcada entre el lirismo y la geometría, esta polaridad nacida desde su propio comienzo en 1904 con el lituano Chiurlonis llega hasta nuestros días con diferentes nombres. Antonio es continuador del último minimal devenido en abstraccionismo neogeométrico, pero su obra posee un lenguaje muy personal y menos ortodoxo, sencillamente es deudor de una sólida tradición ajena a cualquier representación de la realidad y donde los niveles de iconicidad con ella han desaparecido para objetivar otra realidad más esencial.
Es la pulcritud y la economía de medios formales y técnicos, lo que caracteriza, en un primer acercamiento todo el universo bien pensado de Antonio, tal vez demasiado bien pensado. Reo de líneas, sean estas rectas o curvas (femenino-masculino; yin-yan) o preso de la apariencia de un terciopelo que al acercarse es cortante vidrio lleno de deseo táctil. Líneas iridiscentes, polvo de vidrio o de asteroides, aglomerado con placenta cósmica y brillante.
Indudablemente las obras que logran una catarsis comunicativa con el equilibrio de estos escasos recursos formales, son las que más se quedan en la memoria. Tal vez ello no sea el objetivo del artista, porque mientras las obras no se exhiben son mudas, están a expensas de ser profanadas por su creador, no pueden defenderse, pero en cuanto salen a la luz rompen el cordón umbilical con su progenitor. Ese aumento confesional con cada nuevo espectador le permite una más amplia hermenéutica y se emancipan.
Para quien escribe, merecimiento especial tienen las obras “Perpetum mobile”, “Verticales”y “Dos femenino”, donde la vibración en una plana profundidad que reverbera, maravilla a la más vaga pupila, la última de ellas posee una fuerza de ruptura en el conjunto expuesto, por la saturación de un fondo rojo que recuerda las consecutivas capas trasparentes de la pintura flamenca.
La búsqueda de la luz como experiencia mística hacia la verdad… un laberinto filosófico que si en el pasado su obsesión podía curarse con la reclusión monástica y una rígida escolástica, hoy en día, para un artista abstracto y geométrico, que reprime y traduce sus emociones en sensaciones, es difícil sobrellevar sin píldoras… sólo que, a veces, la mecánica terapéutica del taller o la tercera copa de vino, ayuda a aplacar los demonios de la razón, ahí la naturaleza de lo interior y la búsqueda de paz.
Antonio se hace eco de la máxima zen de que lo más cercano a la belleza es la simplicidad. Desde esta óptica su obra está más próxima al oriente que al occidente, más lejos de la cegadora luz de Hildergard Von Bingen que de la sabiduría intuitiva de la espada de Prajna.
La honestidad expresiva y el talento del artista lo alejan del academicismo o del decorativismo, en que cualquier movimiento puede degenerar. Antonio piensa el arte con una vehemencia que asusta, piensa y sufre el acto creativo con esa seriedad, que sólo la madurez asiste…se acerca a la luz, a la verdad con la necesaria desnudez para llegar a Dios.
Ayer fui a una exposición. Así dicho no es mucho, pero sí cuando comprendemos que lo que hemos visto es una gran exposición. Que hemos presenciado y compartido un intercambio de regalos visualmente brillantes. Y eso es lo que Antonio Llanas consigue en esta muestra en la Galería de Ana Mercader en Roquetas, regalarnos imágenes.
Después de una larga gestación conceptual, de una sensible interpretación intelectual de su entorno, comienza una labor meticulosa y cuidada en la que desarrolla su factura, trabajada y virtuosa. Si bien la obra finalizada nos puede parecer sencilla, el proceso creador ha sido largo y doloroso, una labor investigadora de materiales y de las posibilidades comunicativas de estos, una cariñosa pelea con el cuadro para que finalmente comunique la idea buscada, o la historia que persigue. Y este difícil camino termina en un diálogo amable y fácil del espectador con la obra.
Antonio mide el tiempo, lo mide gráficamente, de forma casi claustrofóbica, ¿agobiante? No ,no diría eso nunca. Sí, es cierto que nos obliga a la meditación y la reflexión, que para muchos llegará incluso a ser denuncia y compromiso social. Pero esas marcas de los días, de las semanas, el pintor las convierte en imágenes descontextualizadas que crean un ritmo musical, constante y armonioso. Esas jaulas, esas barreras nos invitan al mismo tiempo a atravesarlas, como en un rito de iniciación o de paso. Aparecen entonces los cuadros de las trasparencias, de la profundidad, de las superposiciones, imágenes que nos hablan de lo que hay detrás, de reflejos, no de sombras.
Descubrimos las ciudades de Llanas, construidas y destruidas, frágiles, como “castillos de cartas de cristal”, transparentes, quebradizas y al mismo tiempo rotundas, de peso, limpias, vacías, no interpretadas como decorados, sino frágiles protagonistas. El cristal, el vidrio, se convierten en agua, en espejos, en transparencias. Los materiales se han convertido en cómplices del pintor para transportarnos, es cuando descubrimos esa minuciosa labor en el taller. Y nos encontramos con “Ofelia”, con el agua con el alma y con el aire.
La obra de Llanas tiene esa característica de las cosas sencillas, que son fáciles y amables en el trato, que no nos intimidan. Pero poco a poco vemos más, notamos como el cuadro cambia. No es ahora el mismo que hace un rato, la luz lo ha modificado, nosotros no estamos ya en la misma posición, nos hemos movido, él sigue siendo el mismo, y ha cambiado. Entonces comenzamos a pasear de otra manera, miramos cada obra de lejos y de muy cerca, desde aquí o desde allá. Queremos reconocer nuestro mundo en esa obra, miramos el título, sonreímos. El diálogo de la obra y el espectador comienza a fluir. La galería se convierte en ese momento en un espacio escénico, eso lo sé, pero dejo de tener claro quienes son los actores (o siquiera si los hay, que los habrá). El cuadro para ser necesita del visitante y visitante deja de ser entonces espectador. Y la presencia, nuestra presencia de vida al acto. Ese es el motivo por el que la obra de Llanas se crece al visitarla, por lo que es un regalo del que tenemos que disfrutar.